Y, ante tal peso en mis espaldas la improvisación quedaba descartada. Me quede mirando. Estudiando la expresión exacta. Cocinandola con amor y añadiendo las especias adecuadas. Saboreandola en mi lengua. Moviendo la pierna con un ritmo inexistente. Mordiendome la carne de los dedos. Las uñas. 5 minutos.
Y no hubo nada mas que eso. Nada mas sincero, completo, cabal y puro que un escueto silencio. Un silencio de 5 minutos.